lunes, 2 de junio de 2008

Tren espiral

No logro sacarme la basura del ojo. El viento golpea, sin descanso. Viajo con la ventana abierta, aunque haga frío. Es la mejor manera. Mejor que las pantallas. La basura molesta. Lagrimeo. Se vuelve insoportable. No encuentro los porqués. La hipnosis no cesa. El pinchazo en la córnea hace rato que es dolor. El paisaje: el mismo. De tanto verlo, lo anulo. Más lágrimas, más viento. Se suma un rechinar que agudiza la parálisis. ¡No logro entender! ¿Por qué los pies deben estar abajo? ¿Por qué sigo haciendo lo que hago?

Un remitente bien claro

Te escribo desde acá, desde mi lugar de mujer sensible, desde mi condición de profesional soltera, desde mi punto de vista distraído, mi paranoia de estar siempre perdiéndome algo mejor, desde mi hueco en la cama, mi alfombra azul, que de tanto en tanto vuela, desde mis noches pobladas de sueños, mis miedos estúpidos, mi computadora quejosa, mis ojos abiertos, mi estómago ansioso, te escribo desde mi almohada tibia, húmeda, desde mis noches insomnes, desde mi presente incompleto, desde mis preparativos de viaje, mis papeles que cambio de lugar una y otra vez, creyendo que los voy ordenando. Sé muy bien desde dónde te escribo. Lo que no me queda claro, amor, es adónde mandarte mi carta.