jueves, 24 de enero de 2008

Dulcísimo adiós

Odioso desconsuelo,
la ciudad sigue viviendo,

caliente, febril.

Tu olor en mi piel

me abraza, cálido,

envolviéndome poco a poco

con tu ausencia.

Dulcísimo sabor el de tu adiós.
Todo fue perfecto,
hasta la última lágrima.
Mi cara se descompone,
mi pecho
te sigue llamando.
Mi lengua
se esconde,
dormida,
no entiende el sinsentido.
Afuera sigue el sol en lo alto.
Acá,
el vacío inmenso de este no lugar,
de esta bronca incontrolable
de no poder retenerte,
de tener que decirte adiós,
sabiéndote en este mundo,
extrañándote desde los ojos
hasta las vísceras,
desde el mismísimo instante
del primer paso sin vos.

Finísimos hilos

Son como pequeñísimos desgarros que empiezan en el pecho, pero por dentro. Finísimos hilos de fuego, que van curtiendo, desde el centro, los pulmones, la pleura, los huesos, la piel. El dolor quiere escapar por cada poro, pero encuentra resistencia, se recicla, y circula por la piel, furioso, intentando salir. Un intenso abrazo de ausencia se aferra a mi cintura, y presiona... presiona. No deja escape. Sube hasta el cuello, y en la garganta se vuelve congoja, y no me deja respirar. La espalda se vuelve de piedra, conteniendo el cuerpo sangrante. Las piernas no responden, lloran ellas también la desasón inhalada en ese último hálito de frescura.

lunes, 21 de enero de 2008

Que vengan nomás

¡Vendrán a decirme que baje los piés! Me dirán que él es muy joven para mí, que volver a casa en tren a la noche es demasiado peligroso para una chica. Dirán también que no son horarios para andar por aquella zona, y que estoy muy grande para estar jugando en el cordón de la vereda. ¡Psst, si te viera tu abuela! Qué mal que te quedan las malas palabras, con esa boquita, habráse visto. Vendrán a decirme que ya no estoy para correr por la calle descalza. ¡Que esos colores no combinan, que ese pullover ya está muy viejo! Y yo le diré al viento, hermano, que ya no tengo oídos para tantas pavadas...