domingo, 28 de diciembre de 2008

Hoy, en la ciudad

El día está estirado. El verano, la humedad, el ruido y el gentío se pegaron a mi piel, poniéndola pesada, llenándola de olor y de ansias. Lo simple es aquí complejo, difícil, lejos. La ciudad ha perdido su encanto, sofoca aún la ventana más abierta. El tiempo se deformó y la música es anacrónica. Hoy, en la ciudad, es todo interrupción y dependencia.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Conexión

Cuando una despierta con tiempo para hacer fiaca, generalmente se encuentra de golpe con los últimos pensamientos de la noche anterior. Lo lindo es cuando esos pensamientos fueron dulces fantasías. En el caso de dulcísimos recuerdos, puede haber un repentino brote de llanto, difícilmente controlable, porque un buen despertar nos envuelve en una sensibilidad tan agradable como peligrosa.

Dulce inconciencia en la que me sumerge el sueño de una buena noche. Despierto, y durante unos segundos, no entiendo. Me sorprende un pensamiento: la continuación del último que tuve antes de dormir. Extraña forma de actuar, mi cabeza recupera los hilos y busca una continuación. No hay sucesos aislados, es todo parte de la misma cinta, y así lo ordenamos contínuamente, aunque no pensemos en ello. Envuelta en una penetrante sensibilidad, me conecto con mis anhelos, y son los mismos cada vez. No cambiaron ni un ápice, aunque a veces me convenza de ello. Entonces estudio mi mapa, veo mi posión y mis objetivos negados. Las preguntas me asaltan y la necesidad de serme fiel se inscribe en sangre. Apunto, corrijo, me corro. Cada vez que existe esa conexión, encuentro el sentido. El único.

martes, 7 de octubre de 2008

sin título

Sentados en el filo de tu cama,
me leíste utopías.
Y cuando ya no quedaba nada,
me diste tu sonrisa larga,
brillante y final.

lunes, 21 de julio de 2008

Atrapasueños

Qué miedo me da repetirme. Escritos viejos:

Mundos de noches con sol, aún en invierno, y fortalezas milenarias, sueño. Luego despierto, olvido, intento aferrarme, pero la imagen se borra. Me enojo, me frustro: todo era más hermoso en ese mundo efímero. Ahora: levantarme a los sopapos, vestirme, salir, con la cara lavada, los pies helados y los párpados caídos. Cansada para siempre, sin energía, sin presente. Desgasto mis días en un tren sin sentido, sin cuestionamientos, sin llegar a comprender qué es lo que quiero atrapar. Sintiendo el vacío bien adentro: frío medular que ceda mis instintos y me adormece. No puedo despabilarme. Cascada de agua helada, devuélveme el presente. Quiero ser yo, ahora, y brillar.

Yo en el medio

Es una bronca dulce, una contradicción. Me digo: no puede ser. Pero es. Es una alegría que entristece, que me sigue doliendo en el fondo del pecho, como una piedra estancada en el esófago. Y entonces me preguntó por qué. O mejor dicho: por qué no. Y no puedo encontrar una pista. Quisiera ser más impulsiva, aunque se pague caro. Locura mesurada no alcanza. O lo uno o lo otro. Llueve en Buenos Aires, me mojo, me enfrío. Pero no estoy acá, hace rato que no soy aquí ni ahora. Y otra vez me pregunto, por qué hago lo que hago. Y creo que es el miedo, la duda, la eterna incertidumbre. ¿Miedo a qué? Me ahogo en angustia, y canto alegre. Sí, canto alegre, para liberarme del dolor. Hoy las palabras no me alcanzan, nada me alcanza para despojarme de esta bronca. Y reconozco mi envidia, me hundo en este sentimiento amargo. Sólo me alivia pensar que puede servirme de motor. Me digo: que sirva para ponerte en movimiento. Mis pies están como estacas. Mi pecho quiere volar. Yo en el medio, en el peor lugar.

martes, 8 de julio de 2008

Mascarita de uñas

Sentía olor a basura química cada vez que probaba bocado. No sé cómo olerá la basura química, pero para mí huele a la calle Campos en partido de San Martín, en el tramo donde están todas las fábricas (químicas). La comida, sin embargo, no sabía mal. Tardé dos o tres bocados hasta darme cuenta de dónde salía ese olor: eran mis uñas pintadas. Sería un esmalte trucho, seguramente. Nunca puse mucha atención a esas cosas. No sirvo para pintarme las uñas. Sólo lo hago en ocasiones. Y se nota. Esta máscara oprime mis dedos, como un corpiño muy apretado. Hoy tengo una fiesta. Seré fuerte y soportaré este sostén de dedos hasta mañana. Intentaré no acercar mis manos a la nariz de nadie. Perdón si hoy te acaricio, acomodo tu pelo o te quito una miga del bigote. Prometo que mañana volveré a oler a mí.

lunes, 2 de junio de 2008

Tren espiral

No logro sacarme la basura del ojo. El viento golpea, sin descanso. Viajo con la ventana abierta, aunque haga frío. Es la mejor manera. Mejor que las pantallas. La basura molesta. Lagrimeo. Se vuelve insoportable. No encuentro los porqués. La hipnosis no cesa. El pinchazo en la córnea hace rato que es dolor. El paisaje: el mismo. De tanto verlo, lo anulo. Más lágrimas, más viento. Se suma un rechinar que agudiza la parálisis. ¡No logro entender! ¿Por qué los pies deben estar abajo? ¿Por qué sigo haciendo lo que hago?

Un remitente bien claro

Te escribo desde acá, desde mi lugar de mujer sensible, desde mi condición de profesional soltera, desde mi punto de vista distraído, mi paranoia de estar siempre perdiéndome algo mejor, desde mi hueco en la cama, mi alfombra azul, que de tanto en tanto vuela, desde mis noches pobladas de sueños, mis miedos estúpidos, mi computadora quejosa, mis ojos abiertos, mi estómago ansioso, te escribo desde mi almohada tibia, húmeda, desde mis noches insomnes, desde mi presente incompleto, desde mis preparativos de viaje, mis papeles que cambio de lugar una y otra vez, creyendo que los voy ordenando. Sé muy bien desde dónde te escribo. Lo que no me queda claro, amor, es adónde mandarte mi carta.

lunes, 19 de mayo de 2008

Altas horas

Extraño el aire fresco del rocío. La noche se presta. Otra vez perderé la mañana. Respiro, estoy cerca de la poesía. Me ayuda a entender. Sigo pensando lo mismo. Que no, que yo no quiero que mueras para mí.

miércoles, 23 de abril de 2008

Teoría de un gran robo

Rodo bajó del tren, y tomado de la mano de su mamá, caminó hasta la casa de la abuela. Había una pesadez en el aire, que lo hacía sentir agobiado. Pero no era el calor. Ni la humedad. Era algo en el humor de la gente, que lo reprimía, lo entristecía.

-¿Qué pasa, chiquito?- se dio cuenta su abuela.
Rodo levantó la mirada y tras un breve instante, preguntó.
-¿Por qué están todos enojados?
-¿Todos quienes?
-Los que caminan en la calle. Los que andan en tren. Los que manejan los autos.
La abuela entendió.
-¿Los porteños?
-Sí. Todos. Los que salen en el noticiero.
-Chiquito, hay una razón y es muy simple: ha habido un robo.
-¿Qué robaron?
-Las estrellas.
Rodo frunció el ceño. ¿De qué hablaba la abuela?
- Las luces de la ciudad son tantas, que Buenos Aires se ha quedado sin estrellas. En la ciudad ya nadie mira para arriba. Nos han robado primero las estrellas. Después, la costumbre de mirar al cielo.
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Que entonces miran todos para abajo, para el propio ombligo. Y como es lo único que ven, creen que es lo más grande, lo más importante. Entonces cualquier problema chiquito parece el peor del mundo.
-¿Los problemas chiquitos no son importantes?
-¡Sí que son importantes! Problemas va a haber siempre, y nos van a preocupar. Pero sería bueno poder encararlos como lo que son: problemas, dificultades. No monstruos inmensos inabarcables. Si tuviéramos estrellas para mirar, si las miráramos todas las noches, entenderíamos.

Rodo no entendió mucho en aquel momento. Desde entonces, aprovechó cada oportunidad que tuvo para mirar el cielo. Tampoco fue entendiendo más con el tiempo.

Pero sí encontró allí un refugio. Y se sintió mucho mejor.

domingo, 13 de abril de 2008

Te extraño

Me ilusiono cada día, y espero. Sí, sigo esperando. Regreso a cualquier hora pero, sin excepción, te busco. Y cada día me decepciono. Todas las veces son iguales, se sienten igual. Mi cuerpo no aprende, y cada desencuentro es el mismo fracaso, la misma frustración. Cada silencio duele en el mismo lugar. No espero mucho. Sólo que endulces, apenas, la espera. Un susurro que dé cuenta de tu respirar. Una brisa que traiga alivio de tu ausencia, que me devuelva -un poco- la sonrisa.

viernes, 22 de febrero de 2008

No podría haberlo dicho mejor...

Este es de Julio Cortázar, y se llama Happy new year

"Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano esta noche
de fin de año, de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas. Entonces
la tramo en aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo, como
si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres."

Sólo eso pido.

martes, 19 de febrero de 2008

Monstruos rabiosos en la ciudad

Hay monstruos rabiosos en la ciudad. Son muchos, se pintan de colores de carnaval, y todos tienen su número de catálogo, aunque andan sueltos. Nos comen y nos vomitan a diario. Nos dejan sordos, asfixiados, confundidos. Creo que trabajan para el gobierno. En todo caso, colaboran con su causa. Son fieles herramientas para fomentar nuestra ansiedad, nuestro estrés y nuestro aislamiento. Gimen como dinosaurios prehistóricos, y lanzan el humo de dragones extinguidos. Nos atrofian las piernas, nos sarandeaan como un cóctel. Los monstruos furiosos andan las distancias de la ciudad gigante. Estoy segura: trabajan para la reina. Nos comen y nos devuelven, bien confundidos.

Amanece

La luz del día amenaza de la peor manera: tranquila, sutil. Y el rumor de la noche eterna se rompe en amarga mañana que, sin remordimientos, marca el final de nuestro abrazo. Intento aferrarme, mientras aparece con fuerza el primer desgarro, y una lágrima tibia se desliza entre tus sábanas. Y luego otra. Y otra. Intento detenerlo, pero el llanto es mudo e inevitable. Entonces tu voz intenta un consuelo, pero el momento está muriendo ya, y el vaho oscuro de la despedida invade lo que queda de aire, llevándoselo todo.

jueves, 24 de enero de 2008

Dulcísimo adiós

Odioso desconsuelo,
la ciudad sigue viviendo,

caliente, febril.

Tu olor en mi piel

me abraza, cálido,

envolviéndome poco a poco

con tu ausencia.

Dulcísimo sabor el de tu adiós.
Todo fue perfecto,
hasta la última lágrima.
Mi cara se descompone,
mi pecho
te sigue llamando.
Mi lengua
se esconde,
dormida,
no entiende el sinsentido.
Afuera sigue el sol en lo alto.
Acá,
el vacío inmenso de este no lugar,
de esta bronca incontrolable
de no poder retenerte,
de tener que decirte adiós,
sabiéndote en este mundo,
extrañándote desde los ojos
hasta las vísceras,
desde el mismísimo instante
del primer paso sin vos.

Finísimos hilos

Son como pequeñísimos desgarros que empiezan en el pecho, pero por dentro. Finísimos hilos de fuego, que van curtiendo, desde el centro, los pulmones, la pleura, los huesos, la piel. El dolor quiere escapar por cada poro, pero encuentra resistencia, se recicla, y circula por la piel, furioso, intentando salir. Un intenso abrazo de ausencia se aferra a mi cintura, y presiona... presiona. No deja escape. Sube hasta el cuello, y en la garganta se vuelve congoja, y no me deja respirar. La espalda se vuelve de piedra, conteniendo el cuerpo sangrante. Las piernas no responden, lloran ellas también la desasón inhalada en ese último hálito de frescura.

lunes, 21 de enero de 2008

Que vengan nomás

¡Vendrán a decirme que baje los piés! Me dirán que él es muy joven para mí, que volver a casa en tren a la noche es demasiado peligroso para una chica. Dirán también que no son horarios para andar por aquella zona, y que estoy muy grande para estar jugando en el cordón de la vereda. ¡Psst, si te viera tu abuela! Qué mal que te quedan las malas palabras, con esa boquita, habráse visto. Vendrán a decirme que ya no estoy para correr por la calle descalza. ¡Que esos colores no combinan, que ese pullover ya está muy viejo! Y yo le diré al viento, hermano, que ya no tengo oídos para tantas pavadas...