Odioso desconsuelo,
la ciudad sigue viviendo,
caliente, febril.
Tu olor en mi piel
me abraza, cálido,
envolviéndome poco a poco
con tu ausencia.
Dulcísimo sabor el de tu adiós.
Todo fue perfecto,
hasta la última lágrima.
Mi cara se descompone,
mi pecho
te sigue llamando.
Mi lengua
se esconde,
dormida,
no entiende el sinsentido.
Afuera sigue el sol en lo alto.
Acá,
el vacío inmenso de este no lugar,
de esta bronca incontrolable
de no poder retenerte,
de tener que decirte adiós,
sabiéndote en este mundo,
extrañándote desde los ojos
hasta las vísceras,
desde el mismísimo instante
del primer paso sin vos.
jueves, 24 de enero de 2008
Finísimos hilos
Son como pequeñísimos desgarros que empiezan en el pecho, pero por dentro. Finísimos hilos de fuego, que van curtiendo, desde el centro, los pulmones, la pleura, los huesos, la piel. El dolor quiere escapar por cada poro, pero encuentra resistencia, se recicla, y circula por la piel, furioso, intentando salir. Un intenso abrazo de ausencia se aferra a mi cintura, y presiona... presiona. No deja escape. Sube hasta el cuello, y en la garganta se vuelve congoja, y no me deja respirar. La espalda se vuelve de piedra, conteniendo el cuerpo sangrante. Las piernas no responden, lloran ellas también la desasón inhalada en ese último hálito de frescura.
lunes, 21 de enero de 2008
Que vengan nomás
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