lunes, 23 de abril de 2007

La noche secuestro

Como el guerrero muerto lleno de honor, que ni murió ni fue guerrero, así te amé yo esa noche de luna. Vos estabas tan solo. Venías años viajando, buscando. Ya no tenías adónde volver. Ya no había te estaré esperando. Ya no había tu casa. Nunca lo dijiste, pero yo te vi. Una ternura impune invadió mi interior, y fui toda espuma. Yo también estaba sola. Venía años buscando, quieta en esta ciudad. Ambos jugamos el juego.

Nos habíamos visto muchas lunas atrás. Una noche con música, cuando estuve con él. Y podrías haber sido vos, tu boca, tu abrazo. Pero esa noche fui yo, y fue él. ¿Pensaste alguna vez que podrías haber sido vos, en su lugar? A veces las posibilidades que no fueron me atacan, me abruman.

Tuvimos otra chance. Vos allá arriba, yo tan lejos. Y jugamos nuestros roles. Oí tu voz, oí tu acento, tu invitación. Oí algo más. Tu sonido me encantó. Entonces comezó el juego, y entre las luces de esta ciudad anónima, encontramos miradas, abrazamos sueños. Degustamos vinos preparados por duendes. Bailamos la noche desoyendo el ruido afuera. Bailamos, reimos y susurramos sueños, sabiendo imposibles. Pero no importó, porque igual jugamos. La noche se expandió. Se derritieron sus luces. Yo con vos, vos en mí. Como queriendo burlar las distancias, ignorar los destinos. Jugamos a amarnos dos desconocidos -como el guerrero muerto- esa noche, en la que no hubo luna, y tampoco te amé.

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